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Wednesday, October 15, 2025

Una arquitectura que recupere la dimensión sensual, lúdica y social del habitar




Henri Lefebvre problematiza el funcionalismo urbano al denunciar su papel en la reproducción del espacio abstracto capitalista, donde la lógica de la eficiencia desplaza al sujeto hacia una existencia mecánica y utilitaria, crítica que desarrolla especialmente en Hacia una arquitectura del placer, donde responde a las ideas de Le Corbusier no desde una negación total sino desde un desmontaje de la forma-mercancía que subyace a sus postulados; si bien Graham Harman propone una lectura más amable del arquitecto suizo-francés, al interpretarlo como un creador de “emoción poética” que trasciende la función, Lefebvre objeta que esa supuesta poética sigue atrapada en un sistema de representación dominado por el valor de cambio, en el que la arquitectura pierde su capacidad de generar placer vivido y se reduce a una organización espacial basada en criterios productivistas, serialización de usos y separación de funciones, lo cual impide una apropiación sensible del espacio por parte de sus habitantes, por ello, Lefebvre plantea una teoría crítica del espacio que desborda la racionalidad funcional y propone una arquitectura orientada al disfrute, donde el cuerpo, la experiencia cotidiana y la multiplicidad de usos se integren en la producción de espacios vivos, indisciplinados y abiertos a lo imprevisto, espacios no concebidos para el control sino para la reinvención de lo urbano como territorio de lo posible, en ese sentido, el funcionalismo aparece no como neutralidad técnica sino como un instrumento ideológico que canaliza la vida hacia la productividad, y el desafío contemporáneo —según Lefebvre— es romper con esa clausura simbólica, apostando por una arquitectura que recupere la dimensión sensual, lúdica y social del habitar.