En la mañana las olas ya son altas. Trabajo en mi celda lejos de la orilla. El viento mueve las palmeras frente a mi ventana. En la tarde desaparece un tipo entre las olas. Un joven turista francés. Este mar tiene hambre comenta una vieja vendedora de collares. A la hora lo sacan en lancha de las rocas.
Voy en camioneta a comprar víveres a un pueblo no tan cercano. A mitad de camino, en la nada, sube de un salto un hombretón con un inmeso machete plateado. Lo tira cerca de mis piés. Trae cara de desbrozador solitario, de ojos inquietos y vidriosos. Al verme observar fijamente el cuchillo, me sonríe con picardía. Al rato se baja de otro salto, en la siguiente nada. Desaparece entre la maleza junto al camino. Suben dos niñas de colegio con medias blancas y una señora con un gran cesto de mimbre lleno de limones. Son las diez de la mañana y el calor ya asfixia.