viernes, 24 de noviembre de 2023

LA VIRGEN Y LA ECUACIÓN __________ ANGÉLICA LIDELL ____________ LAPIEZA 1682


La directora comió mierda y meó en una pipeta. Hizo danzar a su alrededor algunos cuerpos que significaban a otros. Las cinco señoritas orondas dieron forma a la virgen, a la madre inmaculada. Las cinco sumaban una tonelada de carne fresca, cada una con su pañuelo azul, como la madonna del cuadro renacentista que perduraba mientras el padre deliraba entre pañales y ciertas vejaciones derivadas de su deterioro físico y mental. El hombre joven, el esclavo, declamaba en francés sobre las imposibilidades, sobre lo natural de lo sobrenatural. Un pequeño pollino atravesó fugazmente la escena y tal vez su mierda fuera la que se usaba para el cierre. La directora cantó su texto con brusquedad, apenas bailó, marcó un recorrido lineal en el escenario, que era una lección para aprender. Era visible el gesto. La música final fue una marcha triunfal de paso de Semana Santa, con las marías compactas, en cadencia sincopada de trono, meciéndose a un lado y a otro, mientras el hombre joven retozaba en la mierda y el padre anciano culminaba el acto sexual sobre la señora directora, que abierta de piernas recibía el final de la defunción. El simbolismo mundano mezclado con el arte sacro tiene ciertos brillos, como los telones o los cortes geométricos. La metralla verbal, junto con la imaginería minimalista, entró en nuestras carnes. Una vez más. 


The director ate shit and pissed into a pipette. She made dance around her some bodies that meant others. The five plump young ladies gave body to the virgin, to the immaculate mother. The five of them added up to a ton of fresh meat, each one with her blue handkerchief, like the virgin in the Renaissance painting that lasted while the father raved between diapers and insults. The man, the slave, declaimed in French about impossibilities, about the natural from the supernatural. A little donkey flitted across the scene and maybe her shit was the one used for closing. The director sang her text, barely danced, marked a linear path on the stage that was a lesson to learn. The gesture was visible. The final music was a triumphal march of passage of Holy Week, with the compact marias, in syncopated cadence of passage, of throne, to one side, while the man frolicked in the shit pile and the father culminated the sexual act on the lady director, which open-legged received the end of death. The mundane symbolism mixed with the sacred has certain shine, like the curtains or the cuts, while the verbal shrapnel entered our flesh.