domingo, 23 de octubre de 2022

Araceli










 

Entra rauda y pide una cerveza. Lleva un pañuelo en la cabeza y cojea. La televisión cuenta algo irrelevante. El camarero flaco y muy tatuado calienta mi tapa. Ella le saluda y me dice algo. Asiento. Sigo en mis pensamientos. Ella me pregunta si me ha molestado, le digo que no. Me dice que sale de la quimioterapia, que tiene cáncer de pecho. Se me está bajando el bulto. Me lo quitan en unos meses. Ahora entiendo el pañuelo. Lleva la cabeza rapada. Me lo cortó mi hermana. Me cuenta muchas cosas de sopetón. Cobra el subsidio y su hermana la espera para comer. Debe tener sesenta. Mi pareja está en el campo, en Granada. Queremos hacer obra en la casa. Mi madre vive con mi hermana, no nos llevamos bien. Me sigue contando su vida. Sus varias hermanas tienen nombres tradicionales. La paqui. La pepi. La maricarmen. Así seguimos hasta que termino mi segunda tapa. Le invito a sus trago. Gracias cielo, otra vez te into yo, hoy no tengo nada para invitar. Cada bar es una nave espacial. Fuera, el sol ya se bate en retirada.