lunes, 24 de octubre de 2022

Mario,











mi padre, es escritor, y cada año, después de visitarlo a él y a Marisa en su piso de Málaga, me manda el último relato que ha escrito por email. Me llega en PDF, con el título en el asunto. Nunca tienen los relatos más de diez páginas. Esos relatos antes se llamaban cuentos y ahora narrativa breve. Cuando nos vemos siempre nos reímos alguna vez de manera especial. El humor es una de nuestras aficiones más queridas y recurrentes. Una forma de arte efímero. El humor se busca y resulta una compañía excelente cuando se convive durante una semana. También hay partes de construcción literaria y otras de puro análisis. Este año vimos de nuevo juntos El Padrino, y la disfrutamos como nunca. El humor puede surgir en cualquiera de los tres momentos que compartimos en el día a día, que coinciden con nuestro apetito. Por las mañanas, siempre soleadas en la costa del sol, desayunamos tostadas con tomate rallado y zumo de pomelo. Marisa se levanta al alba y prepara todo. El almuerzo, que sucede con cada vez mayor frecuencia en la playa de Benajarafe, es un ritual junto al mar. Si voy al mar, si estoy cerca del mar, me gusta comer junto al mar. Tras los cafés del chiringuito y de algún dulce local, paseamos por el malecón y nos vamos al vivero a comprar alguna planta. El vivero ya anda medio maltrecho, cada vez tienen menos plantas. A ver lo que dura. El relato de este año, que se llama Dos Billetes incluye una gran dosis de humor negro y de situaciones muy cercanas, que incluyen algunos lugares con sus nombres reales, y otros derivados en pura ficción, en aras de una literatura atemporal.