El ayudante de J no apareció. No se levantó. Otro gallo. La anunciada supervisión sabatina del traslado de la pieza granítica pasó a performance. Lo normal. El de la chaqueta azul se la quitó y se metió al ring. La piedra poliforme se apalancó con delicadeza y mucha fuerza. El momento vector. Bailó bailó bailó bailó bailó hasta posarse como una grácil ave sobre la cama de arena fina. Un show para los turistas. Sin aplausos. Un teatro dadá entre el señor J, con mono, de 60 años, con 42 cotizados y La liebre.