Llego más temprano que de costumbre y mi bar está lleno. Vengo ya con mi media docena de libros, uno de metafísica y otros de cuentos, un variat para el córtex. Que se vaya acostumbrando. De camino me cruzo con padres e hijos pequeños, que van con sueño. Los padres, todos con perilla, se juntan en la entrada y cotorrean en círculo. El muro de la escuela tiene encima una verja y dentro hay un patio sin árboles. Cambio de rumbo, de lo popular a lo exclusivo. Son todo sonrisas. Me ponen algo recién horneado, suena Cosa Tan Linda y hay ya varios portátiles abiertos.