martes, 15 de octubre de 2024

LO ANTERIOR. IV. 1748



 

Los enemigos trabajaban codo con codo, oliendo su odio mutuo, sin descentrarse. El fruto contenía tal energía que todo lo que no fuera comerlo les era ajeno. Nada distraía a los que arrodillados sorbían con reverencia. El fruto transparente estaba por desaparecer. La noche naranja era ya plena, con el primer cruce lunar, y ya antes del segundo, no habría donde lamer. El calendario de giros indicaba la subida. Era cíclico. El torrente reverberaba y la marea anegaba los campos con su imparable aceleración por el gran valle. Con la tarea máxima cumplida, todos se devorarían. Comenzaría otro ciclo, otro orden genético. Los sexos eran indistinguibles. Los cuerpos eran similares. Lo llamado físico, mantenía el gran secreto en el flujo. El color de la sangre daba el canon de apareamiento. Cuernos, patas, pelo, ubres o miembros, todo daba igual. La sangre mandaba.