Recoge un panorama complejo y transdisciplinar sobre la evolución de la forma urbana en el contexto contemporáneo, partiendo de una crítica a la planificación tradicional y apostando por nuevas metodologías adaptativas. Se abordan las transformaciones de la ciudad moderna hacia un territorio post-metropolitano, caracterizado por la desterritorialización, la disolución de límites, la aparición de centralidades electrónicas y la coexistencia de nodos físicos e infraestructurales. Se señala la emergencia de un nuevo urbanismo centrado en el reciclaje de la ciudad existente, más que en la expansión, donde la tecnología, la movilidad global, la economía del conocimiento y la ecología urbana son claves. El texto de apertura de José María Ezquiaga es central, al plantear que la ciudad ya no es un sujeto unitario sino un lugar atravesado por múltiples actores, y que las formas tradicionales de planeamiento resultan obsoletas ante el dinamismo de lo real. Aparecen figuras como Castells, Sassen, Giddens o Soja para enmarcar esta condición urbana líquida, donde el conflicto entre mercado y esfera pública se intensifica. El modelo urbano basado en la ciudad delimitada da paso a territorios fragmentados y redes hiperconectadas que exigen una nueva sensibilidad para el diseño espacial, desde lo micro hasta lo regional. La ciudad se vuelve un laboratorio donde convergen nuevas formas de habitar, infraestructuras temáticas y espacios genéricos marcados por la lógica del consumo, como plantea el concepto de "macdonalización". En síntesis, se propone superar la nostalgia formalista para entender la ciudad como un campo dinámico, atravesado por tensiones globales, culturales y ecológicas, que requieren pensar el urbanismo como un arte político y no meramente técnico
