Monday, December 1, 2025

En el ámbito anglosajón surgió una revolución más contenida pero radical




Articulada por movimientos como el imagismo y por autores que redefinieron la poesía moderna desde la precisión, la condensación y la fractura temporal, dando lugar a una estética donde el verso libre, la imagen exacta y el montaje fragmentario se convirtieron en formas esenciales del pensamiento poético contemporáneo; el imagismo, impulsado por Ezra Pound y H.D. (Hilda Doolittle), propuso una poesía breve, clara, sin abstracciones, donde cada palabra debía funcionar como una unidad de energía visual y rítmica, sin retórica ni ornamento, buscando una economía verbal que recuerda al haiku japonés y que influenció profundamente a poetas como William Carlos Williams, quien en sus poemas breves —como The Red Wheelbarrow o This Is Just To Say— construye imágenes mínimas cargadas de tensión perceptiva, en una poética del instante, lo cotidiano y la mirada limpia; por otra parte, T. S. Eliot, con The Waste Land (1922), llevó esta ruptura a una escala mayor, combinando el legado simbolista con una estructura polifónica, intertextual y fragmentaria, donde voces, lenguas, citas, canciones y mitologías se cruzan sin jerarquía en un paisaje devastado por la guerra, la desilusión moderna y el colapso espiritual de Occidente; si el imagismo apuesta por la intensidad del momento, el modernismo eliotiano construye una épica rota, una sinfonía disonante que ya no busca unidad, sino un orden frágil entre los restos de la cultura, haciendo del poema una forma de arqueología lírica del presente