Nacida en Brasil a mediados del siglo XX con figuras clave como Haroldo de Campos, Décio Pignatari y Augusto de Campos, redefine el poema como un objeto visual y verbal, donde el significado ya no reside solo en el contenido semántico, sino en la disposición espacial, la tipografía, el ritmo gráfico y el impacto óptico del texto en la página, rompiendo así con la linealidad discursiva tradicional para situar el lenguaje como materia plástica que se ve, se manipula y se organiza arquitectónicamente; este tipo de poesía se propone como una “estructura verbal-visual-ideográfica”, donde cada elemento —letra, palabra, silencio, forma— cumple una función específica dentro de un diseño total, más próximo al arte concreto y al diseño gráfico que a la lírica convencional, por lo cual el poema concreto no se narra ni se recita: se contempla, se descifra, se habita visualmente; su raíz está en las vanguardias históricas (futurismo, dadaísmo, lettrismo), pero con una precisión formal mayor, buscando una síntesis máxima entre contenido y forma, en la que el poema funciona como una máquina semiótica autónoma, reducida a su núcleo esencial de energía verbal; además, su difusión internacional —desde Brasil hasta Alemania, Japón o Europa del Este— lo convirtió en una red estética global, adaptada a los medios modernos y al lenguaje de la cultura visual contemporánea; frente a la retórica emocional o la densidad simbólica, la poesía concreta propone una lectura objetiva, directa, minimalista, donde el poema se comporta como una imagen que significa por su pura presencia estructurada