viernes, 18 de julio de 2025

De la Medición Económica a la Pluralidad Humana




 

El bienestar ha trascendido su definición tradicional asociada al crecimiento económico para convertirse en un concepto multidimensional que engloba tanto aspectos objetivos como subjetivos de la experiencia humana, lo que requiere una comprensión más holística de los factores que lo configuran; inicialmente limitado a indicadores como el PIB, este enfoque fue criticado por su incapacidad de reflejar la calidad de vida real de los individuos, lo cual motivó a investigadores y organismos internacionales a incorporar dimensiones objetivas como la salud, el empleo, el medio ambiente, la seguridad, la estabilidad política y el desarrollo socioeconómico, complementadas por medidas subjetivas que consideran emociones, percepciones y juicios individuales sobre la vida; el marco propuesto distingue claramente entre el bienestar objetivo, evaluado mediante estadísticas tangibles como esperanza de vida o niveles de criminalidad, y el bienestar subjetivo, medido mediante encuestas de autoevaluación y métodos como el Ecological Momentary Assessment (EMA), reflejando así estados afectivos inmediatos y evaluaciones globales de satisfacción; como ejemplo representativo, el caso de los países escandinavos ilustra cómo políticas que equilibran indicadores estructurales (empleo de calidad, protección medioambiental, participación política) con altos niveles de percepción de felicidad subjetiva, resultan en poblaciones que reportan mayor bienestar general; en conclusión, este enfoque integrador permite no solo diseñar políticas públicas más precisas y humanas, sino también trazar nuevas rutas de investigación en torno al bienestar como una meta legítima del desarrollo sostenible, reconociendo que el progreso social no puede limitarse al crecimiento económico sino que debe abarcar las múltiples condiciones que hacen la vida digna y plena.