Un desfile serpenteante en penumbra, iluminado con destellos cálidos, encuadra modelos que avanzan entre sombras portando abrigos pesados, pasos seguros y una elegancia contenida; en otro espacio, bajo columnas marmóreas, rostros pálidos y peinados arquitectónicos emergen vestidos en blanco apagado con texturas de otra época, una imagen detenida entre ficción histórica y performance; una tercera escena transcurre en un jardín recortado con precisión, donde una figura camina con los ojos vendados, envuelta en un vestido pálido que parece absorber la humedad del entorno; el interior de una estancia solemne da paso a una figura vestida con pantalón de terciopelo dorado y blusa de transparencias que irrumpe entre asistentes sentados sin moverse, mientras otra avanza cubierta en plumas negras y lentes oscuros, seguida por cuerpos vestidos de blanco, botas altas y gafas envolventes que ocultan el rostro, culminando en un conjunto de transparencias negras que deja entrever la piel y recorta la silueta del drama clásico.