Wednesday, October 15, 2025

La actualidad del superbloque. Funcionalismo y vivienda como instrumento de orden.

 



Durante el franquismo, el funcionalismo arquitectónico fue adoptado por los técnicos del régimen no como expresión de vanguardia emancipadora, sino como herramienta eficaz para imponer orden social, eficiencia constructiva y control urbano, especialmente a través de políticas de vivienda masiva que respondían a una ideología centralista y disciplinaria; figuras clave como Pedro Bidagor, Javier Sáenz de Oiza o José Borobio Ojeda, vinculados a organismos como la Dirección General de Arquitectura y el Instituto Nacional de la Vivienda, promovieron un urbanismo tecnocrático que, bajo la consigna de “vivienda para todos”, impulsó grandes bloques residenciales estandarizados, sobrios y repetitivos, pensados para alojar a la nueva clase trabajadora urbana desplazada a la periferia; lejos de la experimentación formal, estos proyectos materializaron una visión autoritaria del espacio donde lo colectivo se entendía como homogeneidad, y la ciudad se fragmentaba en piezas autónomas funcionales, aisladas del tejido histórico y de la diversidad social; sin embargo, en ese mismo legado de bloques y polígonos reside hoy una potencialidad olvidada: el concepto de superbloque, entendido no como una mera unidad funcional, sino como estructura urbana capaz de articular comunidad, sostenibilidad y proximidad, elementos urgentes frente a la dispersión contemporánea y la crisis ecológica; recuperar el superbloque como espacio integrado y mixto, reinterpretando sus lógicas desde el urbanismo participativo y ecológico, permitiría resignificar parte del patrimonio construido del siglo XX, transformando lo que fue herramienta de control en dispositivo de coexistencia urbana.