El linaje expresado en las variantes Llobera, Llovera o Lloveras no solo remite a un origen geográfico concreto sino que porta una carga simbólica profunda, enraizada en arquetipos naturales y míticos que atraviesan la memoria cultural del Mediterráneo; Llobera, proveniente del catalán llop (lobo), significa “lugar de lobos” y con ello evoca la figura del lobo como símbolo de fuerza indómita, astucia protectora y lealtad inquebrantable, cualidades que las culturas antiguas atribuían a los espíritus guardianes del bosque y a los líderes invisibles de la noche, mientras que Llovera, derivado de llorer o llorera, remite al laurel, árbol sagrado en la tradición clásica, consagrado a Apolo y emblema de sabiduría, victoria y eternidad, tradicionalmente otorgado como corona a poetas, sabios y héroes, dotando al apellido de una resonancia noble y luminosa; así, el contraste entre lobo y laurel no es disyuntivo sino complementario, pues mientras uno representa la energía instintiva y la resistencia en la sombra, el otro encarna la luz del conocimiento y el triunfo legítimo, y finalmente Lloveras, como forma plural patronímica o toponímica, condensa esta doble herencia en clave comunitaria, aludiendo a aquellos que descienden o provienen de tierras marcadas tanto por la fiereza del animal como por la dignidad del árbol sagrado.
(Martí de Riquer, Onomàstica catalana, 1984; Coromines, Diccionari Etimològic, 1991)