sábado, 31 de mayo de 2025

Hilma av Klint




Nacida en Solna en 1862, representa una figura ineludible en la génesis del arte abstracto, aunque su legado permaneciera oculto por décadas debido a su propia voluntad testamentaria de postergar la exhibición pública de su obra hasta que la humanidad estuviera preparada para comprenderla, lo cual sucedió recién en 1986; af Klint formó parte de la primera generación de mujeres que accedió a formación artística académica en Europa y desarrolló inicialmente una carrera ligada al retrato y el paisaje naturalista, pero su camino dio un giro radical al integrarse a círculos esotéricos como la teosofía y la antroposofía, movimientos que moldearon profundamente su búsqueda visual y conceptual del mundo espiritual, siendo este viraje catalizado también por la muerte de su hermana menor; en este contexto, formó junto a otras cuatro mujeres un colectivo denominado Las Cinco, con quienes practicaba sesiones de espiritismo y escritura automática, experiencia que derivó en una producción monumental de casi mil obras abstractas cuya intención no era meramente estética sino trascendental, pues Klint concebía su arte como un medio para visualizar lo invisible y traducir los mensajes de los llamados “Altos Maestros” en composiciones llenas de simbolismo, espirales, óvalos y dualidades universales como lo masculino/femenino o materia/espíritu; entre 1906 y 1915, elaboró la monumental serie “Cuadros para el templo”, germen de un nuevo lenguaje visual no figurativo anticipado en varios años a Kandinsky, Mondrian y Malévich, lo cual subvierte el relato canónico del arte moderno; aunque olvidada en vida, hoy sus obras —como la serie El Cisne o los trípticos Altarpiece— son objeto de retrospectivas en museos de renombre como el Guggenheim.