miércoles, 28 de mayo de 2025

Premio Pritzker









Desde 1987, con Kenzo Tange, hasta 2024 con Riken Yamamoto, los ocho galardonados japoneses articulan una visión de la arquitectura donde la materia se subordina al vacío, y el edificio deviene medio, no fin. No se trata de estilos, sino de actitudes: una filosofía constructiva que habita lo impermanente. Tange inaugura el linaje conjugando monumentalismo moderno con liturgias orientales: su arquitectura tiene escala de historia. Maki introduce la noción de “forma grupal”, donde lo colectivo se organiza como campo y no como masa. Tadao Andō radicaliza el silencio: sus muros no encierran, contienen luz y espíritu. Con SANAA, Sejima y Nishizawa diluyen los límites: sus museos son casi niebla estructurada. Toyō Itō plantea un edificio-red, sin centro ni jerarquía. Ban convierte la urgencia en belleza ética, construyendo con papel sin sacrificar forma. Isozaki, camaleónico, muta entre lenguajes sin perder tensión crítica. Yamamoto desmantela la frontera entre lo privado y lo común: arquitectura como espacio para convivir. En conjunto, estos arquitectos definen un paradigma: el de una arquitectura como gesto relacional, no como objeto estático. Japón  domina el Pritzker por densidad simbólica: cada uno encarna una variación sobre un mismo ideograma. Japón, mon amour: la arquitectura como ceremonia del mundo.