Los enemigos trabajaban codo con codo, oliendo su odio mutuo, sin descentrarse. El fruto contenía tal energía que todo lo que no fuera comerlo les era ajeno. Nada distraía a los que arrodillados sorbían con reverencia. El fruto transparente estaba por desaparecer. La noche naranja era ya plena, con el primer cruce lunar, y ya antes del segundo, no habría donde lamer. El calendario de giros indicaba la subida. Era cíclico. El torrente reverberaba y la marea anegaba los campos con su imparable aceleración por el gran valle. Con la tarea máxima cumplida, todos se devorarían. Comenzaría otro ciclo, otro orden genético. Los sexos eran indistinguibles. Los cuerpos eran similares. Lo llamado físico, mantenía el gran secreto en el flujo. El color de la sangre daba el canon de apareamiento. Cuernos, patas, pelo, ubres o miembros, todo daba igual. La sangre mandaba.
Enemies worked side by side, smelling their hatred for each other, not off-center. The fruit contained such energy that anything other than eating it was alien. Nothing altered the vital canons of those who knelt and sipped reverently. The transparent fruit was about to disappear. The orange night arrived at noon, at the first lunar crossing, and before the second, there would be nowhere to lick. The turn schedule already indicated the climb, the torrent could be heard. The tide flooded the fields and advanced at colossal speed through the great valley. With the ultimate task accomplished, they would all devour each other. Another cycle would begin. The sexes were indistinguishable. Similar bodies. The physical kept the secret in flux. The color of the the blood streams gave the mating fee. Horns, legs, hair, udders, limbs, fangs. They did not matter. Blood ruled.
